Fuente: http://www.periodistas-es.org
Isabel García
Hoy espero un burofax, un mail, una llamada. Me van a despedir.
En otoño de 2003 Esperanza Aguirre llegó a
la presidencia de la Comunidad de Madrid, después de unas elecciones
repetidas por razones que todos sabemos y que no viene al caso recordar.
Cuando empezó el cambio de directivos en Telemadrid, nadie en la
Redacción de Informativos se sorprendió, estando como estábamos
acostumbrados a que cualquier nuevo gobierno regional implicara
movimientos en todos los estamentos de la casa.
En lo que nos afecta a los periodistas y
técnicos: cambios en la Dirección de Informativos y Programas, y, con
ellos, en las secciones de la Redacción y los espacios de producción
propia. No nos sorprendió, pero nos encontró, a los periodistas, faltos
del "músculo del adocenamiento", porque las últimas legislaturas de
Alberto Ruiz Gallardón y Joaquín Leguina las habíamos vivido con
cambios, sí, pero sin vendettas, ni estridentes vaivenes en la forma de
actuar informativamente. Habíamos disfrutado, en general, de un ambiente
periodístico libre y plural, tolerante con la discrepancia entre
colegas, de debate productivo entre los profesionales cuando se trataba
de elaborar los un día famosos "Telenoticias". Podría decirse que cada
nuevo gobierno de Madrid y con él, cada nuevo Director General de RTVM,
optaba por mantener, con pragmatismo que luego echaríamos de menos, lo
que funcionaba bien. La Telemadrid que dejó Alberto Ruíz-Gallardón fue
una TV con una gran penetración en la sociedad madrileña y un muy
aceptable nivel de audiencia, en torno a un 17%.
Cuando aterrizaron los primeros
directivos elegidos por Aguirre en la Redacción de Informativos, el
cambio en la forma de actuar fue lento y paulatino. Como una lluvia
fina, como si claramente la estrategia de los nuevos gestores de la
información en Telemadrid fuera la de no mostrar su verdadera cara hasta
que realmente fuese necesario. Con unas elecciones recién ganadas, el
ambiente les era propicio. Aún así, comenzaron por aniquilar la
información local: esa que hacía que muchos vecinos de Madrid llamasen
antes a la Redacción de Telemadrid que al 112 o a los bomberos. Esa
información que nos hacía estar los primeros en la aparatosa rotura de
una tubería en el Paseo de las Delicias o en un atentado de ETA en
Vallecas. Esa que nos llevaba a los 175 pueblos de la Comunidad, a los
lugares más recónditos y alejados de la región, para denunciar un desmán
ecológico, un atropello político, un fraude inmobiliario.... Ahora ya
no se recuerda, o no quiere recordarse, pero Telemadrid era la
televisión de los vecinos de Madrid.
Las Asociaciones de Vecinos de distritos,
barrios y pueblos fueron aniquiladas sin miramientos de los
Telenoticias. La información local comenzó a convertirse en una serie de
despliegues informativos y propagandísticos para cubrir los actos de la
presidenta de la región y los alcaldes del PP; actos, ruedas de prensa e
inauguraciones de alcaldes de otras opciones políticas se ningunearon.
También, en cierta medida, los del alcalde de la capital, Alberto
Ruíz-Gallardón, por razones obvias que emanaban directamente de la
Puerta del Sol, cuando no de la calle Génova.
Los madrileños empezaron a alejarse de una televisión que era "suya". Se la estaban quitando.
La información nacional, e incluso la
internacional, siempre fue, en la medida de los medios económicos de una
televisión autonómica, una apuesta de Telemadrid. Quizá el hecho
diferencial del éxito de aquella Telemadrid fue precisamente que sus
informativos podían ofrecer un directo de esa turbulenta tubería que
provocaba el caos de tráfico en la capital, y a la vez estar, veinte
minutos después, emitiendo a pie de un muro de Berlín que caía, de una
Bosnia Herzegovina arrasada por las bombas, de una guerra del Golfo que
nos hizo famosos por emitir información ininterrumpidamente durante más
de tres días seguidos. O saliendo en directo desde Bidart cuando cayó el
colectivo Artapalo, la antigua cúpula de ETA; o trasmitiendo desde
multitud de puntos de Euskadi y Madrid las horribles horas que
transcurrieron entre el secuestro de Miguel Ángel Blanco y su asesinato.
O poniendo a disposición de acontecimientos como la Expo de Sevilla o
los Juegos Olímpicos de Barcelona, todo el talento de unos profesionales
que, sin disfrutar del poderío de TVE, tenían con los madrileños esa
complicidad del "tú a tú". El porqué de que muchos ciudadanos nos
eligiesen a nosotros en acontecimientos de ese calibre, en vez de a
algunas cadenas nacionales, dice mucho del idilio que los espectadores
madrileños vivieron con "su" televisión. Pero nunca, y eso fue la clave
del éxito, nunca olvidamos a los vecinos de la Comunidad de Madrid.
La información nacional con la llegada de
los mercenarios se convirtió- y son palabras textuales de un directivo
de esta mísera época que comenzó en 2003- en una bomba incendiaria.
"Aquí no manejamos información"- le espetó el Director de Informativos a
una compañera de la redacción- "aquí manejamos bombas incendiarias". "A
Pilar Manjón, ni agua", oí yo misma en una reunión de contenidos. Sin
ningún complejo, los jefes de esta redacción iban desgranando su
filosofía de lo que es para ellos el periodismo: "Nosotros trabajamos
para quien nos paga". "Si quieres voces críticas, pon la SER". Zapatero,
Obama, Palestina, la interrupción del embarazo, la píldora post-coital,
los indignados, la izquierda abertzale, el PSOE, IU, los sindicatos,
las asociaciones de vecinos, las víctimas del terrorismo que no fuesen
la AVT... todo lo que se alejase de su ideario dejó de tener, en
Telemadrid, el derecho a ofrecer su versión. Notable fue el cambio que
se vivió en torno a la crisis económica, que comenzó siendo la plaga a
la que Zapatero nos había abocado, con su irresponsabilidad, y que se
tradujo en cientos de noticias, reportajes, editoriales, intervenciones
de expertos y tertulianos a sueldo.... para pasar a ser -tras la llegada
de Rajoy- una letanía de informaciones oficiales no comentadas, sin
derecho al reportaje. Sin complejos.
Hubo un antes y un después en esta
Redacción de Informativos: el 11 de marzo de 2004. Los atentados en los
trenes de Madrid les quitaron la careta a nuestros gestores informativos
y nos ofrecieron la peor cara de lo que no es, en el mejor y más noble
sentido de la palabra, la profesión periodística. Ocultamiento de las
declaraciones no queridas por la casa, manipulación pura y dura,
mentiras historiadas, seguimiento al pie de la letra de las teorías
conspiranoicas del diario El Mundo, sin vergüenza ninguna a abrir
Telenoticias con las portadas de ese rotativo. No solo estaban
manipulando la información, estaban copiando sin sonrojo lo que otros
hacían, bueno o malo. La mediocridad del mal periodista. No hay que
decir que los analistas que pasaban por Telemadrid en aquella época
eran, son, lo peor de la caverna mediática de este país, historiadores
de pacotilla, locos visionarios, mala gente a sueldo, mucho mercenario.
Esta periodista que suscribe dirigía por
aquel entonces, marzo de 2004, un programita pequeño, de esos que llaman
de "presupuesto cero", el MADRID SIETE DÍAS. Un espacio de información
de periodicidad semanal. Una subdirectora que acabó saliendo de la casa-
a la que desde aquí agradezco su detalle- me telefoneó para alertarme
sobre la intención de la dirección de informativos de "cocinar" un
reportaje sobre la supuesta relación de ETA y AlQaeda en los atentados
de Madrid. Me negué a hacerlo, tampoco a avalar con mi firma de
directora lo que me pareció un engendro periodístico como muchos de los
que he visto hacer en todos estos años. No se hizo.
Por supuesto, me esperaban a la vuelta de la esquina.
En marzo de 2005, después de un año de
mucha cintura y tremendas broncas diarias para parar el deterioro de
nuestro pequeño programa (un 20% de media de audiencia hasta 2003), el
Subdirector de Informativos me propuso recordar los atentados de 2004
con un SIETE DÍAS monográfico (le cambiaron el nombre, ya no se llamaba
MADRID SIETE DIAS porque ya no les interesaba MADRID). El reportaje, me
dijo, se compondría de un relato cronológico de lo que sucedió el 11 de
marzo de 2004: -"Y lo tengo aquí"- me dijo-"en estos nueve folios. Aquí
está la verdad del 11-M".
No hubo manera de obtener de él la fuente
del disparate (aunque la imaginé) , y yo, le dije, no hago reportajes
copiando nueve folios de "nadie". "La historia cronológica del 11-M ya
la sabemos". Así que, una vez más, no hubo acuerdo. Por enésima vez me
negué a escribir y a trabajar al dictado ("Esto" es trabajar al dictado:
cuando lo decimos los que luchamos por Telemadrid y nuestro empleo,
parece que no tenga significado, pero lo tiene. Y es así de claro: yo
dicto, tú escribes y luego lo lees y lo cubres de imágenes). "No haré,
no firmaré y no quiero que "eso" que vas a hacer salga con la cabecera
del SIETE DÍAS", le dije.
Esos "nueve folios" se convirtieron en un
Especial Informativo (sin cabecera del SIETE DIAS) que se llamó "Cuatro
días que cambiaron España". Fue un escándalo en el mundillo
periodístico por la desvergüenza de las tesis que sostenía, y por
algunas prácticas televisivas de éstos Goebbels de pacotilla que nos
dirigen desde hace nueve años. A saber, un anagrama de ETA
semi-encadenado sobre las imágenes de las manifestaciones del 13 de
marzo contra las mentiras que el gobierno Aznar vertió aquellos días
sobre los atentados. La manipulación puede ser sofisticada, pero en este
caso, lo burdo predominó sobre lo sutil. Como siempre.
Sabía que me esperaban a la vuelta de la
esquina, y la esquina volvió a ser el 11-M. Me destituyeron del cargo de
directora de mi pequeño SIETE DÍAS (antes MADRID SIETE DÍAS), un
programa modesto y decente que monté con dos redactores y un realizador y
que llegó a tener, en los grandes días, un 25% de audiencia.
Desde 2004 hasta 2012 han pasado ocho
años. En todo este tiempo, decenas de periodistas de la redacción han
dimitido o han sido destituidos de sus cargos de responsabilidad en
Telemadrid. Decenas de periodistas no firmamos nuestras informaciones
porque nuestra no-firma es una forma de decirle a los madrileños que nos
da vergüenza lo que han hecho con su televisión. Se ha creado una nueva
"infra-casta" en Telemadrid, que es la de los que no hacen nada- porque
no les dejan- o la de los que han pasado a la "unidad de quemados", a
la primera planta, donde no nos ven los de la segunda, y donde
desempeñamos tareas inadecuadas para nuestra capacitación y experiencia.
Cada periodista cesado, quemado,
dimitido, apartado, ninguneado, ha sido sustituido por otro que ha
venido de fuera, siempre o casi siempre con algún aval a su favor: hijo,
sobrino, primo de..., o empleado despedido de IB3 de TVGa, o, asesores y
jefes de prensa de ministros y cargos del PP, o incluso, asesores de la
Moncloa de Aznar que compaginan su trabajo en Telemadrid con
concejalías en ayuntamientos de la región.
"La redacción paralela", pues, es una
redacción creada "ad hoc" para cubrir los huecos que hemos dejado los
periodistas que no nos hemos acomodado a su peculiar y mercenaria forma
de entender el periodismo. Mis compañeros, yo misma, somos la redacción
de Telemadrid que hicimos de esta televisión un medio respetable y
querido. Cuando decimos "nos echan por no escribir al dictado", sepan
que es absolutamente cierto. Sepan que llevamos desde que llegaron
denunciando la manipulación- incluso en instancias europeas- a la que
someten a ésta televisión pública que pagamos todos. Sí, luchamos por
nuestro empleos. Pero creemos firmemente que esta Telemadrid, que fue
posible, puede seguir siéndolo.
Una vez, el mismo que me destituyó, me
dijo: "Si no te gusta esta tele... ¿por qué no te vas?". "Porque ésta es
mi casa" le dije. "Antes saldrás tú".
Hoy espero un burofax, un mail, una llamada. Estaba equivocada. Él se queda.
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